El pasado día 4 de abril leía en El Periódico los resultados de una encuesta realizada por la Diputación de Barcelona a alumnos de 4º de la ESO en la que se concluía que los jóvenes ricos toman más drogas que los pobres.

Un día después acerté a leer que una psicóloga que participaba en un Congreso en Galicia sobre violencia filio parental decía lo contrario. ¿Con qué nos quedamos? ¿Quién lleva razón?

La realidad que yo vivo me permite asegurar que no existe una relación importante con respeto al consumo de drogas entre los chicos que disfrutan de una situación económica desahogada de aquellos que están en una posición más desfavorecida.

Es cierto que, con el paso del tiempo, los chavales que yo trato pertenecen a un estatus socio económico elevado. Hace años esto no era así. Los chicos que consumían drogas estaban en una franja de exclusión social y económica importante.

Esta situación no nos puede cegar a la hora de emitir evaluaciones erróneas o inexactas. Desde mi punto de vista, todo sigue más o menos igual. Lo único que ha cambiado es que hemos pasado de una situación de ocultismo o banalización por parte de las familias ricas del consumo de drogas por parte de sus hijos, a otra en la que, al contrario de lo que solían hacer en tiempos pasados, buscan apoyo y ayuda en profesionales que estamos más al pié del cañón que en Centros Terapéuticos extranjeros donde, de alguna manera, disfrazaban el tratamiento de la adicción con la realización  de un curso docente y el estudio de una lengua extranjera.

La gran diferencia entre chavales de familias potentes económicamente y aquellas que se encuentran en las antípodas de las anteriores es que estas últimas no disponen de los medios económicos adecuados para contratar a profesionales cualificados para afrontar tan angustioso problema.

Hoy en día en los parques de las ciudades y en la calle en general los chavales no tienen ningún signo de identidad económica a la hora de “meterse”, comprar o compartir cualquier tipo de sustancia.

Al experto de salud pública de la Diputación de Barcelona que realizó la encuesta reseñada al principio y que manifestaba que se llevó una sorpresa con los datos resultantes del estudio en el que se concluía que los chicos ricos consumen más drogas que los chicos pobres, decirle que hay que salir más del despacho para ver la realidad que se vive en la calle.