Llevo muchos años trabajando con adolescentes y he comprobado a lo largo del tiempo que lo que era una fase más de la vida y desarrollo natural de un individuo, se ha convertido en una enfermedad. Sí, una enfermedad avalada por familias, educadores, psicólogos y demás profesionales relacionados con este inevitable ciclo de la vida.
Está de moda por parte de algunos entendidos, poner nombre a cosas que durante muchos años tenían la categoría de normales. Me imagino que hay que ganar dinero de donde sea, pero no es la manera más adecuada.
Compruebo diariamente cómo muchos padres se encargan de que no le falte nada al niño, “no vaya a ser que nos recrimine por ello”, “o lo que es peor, que nos insulte”, “o lo que es mucho peor, que nos exija su objeto de deseo a golpes (móvil de última generación y gama alta, viaje al extranjero, una Play que aún no salió al mercado, ropa de marca, dinero” (por supuesto) porque os habéis convertido en una especie de “PADRESCAJEROSAUTOMÁTICOS”.
El problema no es la adolescencia. El problema, el grave problema, ha sido la infancia, sì, la infancia. Os acordáis cuando vuestro hijo/a os daba una patada en la espinilla y le reíais la gracia?. O cuando os llamaba tontos y lo pasabais por alto?. O cuando correteaba por las cafeterías tirando todo mientras vosotros bebíais y charlabais?. O cuando siempre que os pedía alguna cosa, ibais raudos y veloces a comprársela, porque sino, el llanto fingido muchas veces, se podría escuchar en “el quinto pino”?. O cuando a las 12 de la noche los teníais en locales de hostelería como si fuesen adultos?. Recordáis?. Pues, ¡¡joder!!, igual tenían tres, cuatro, cinco o seis añitos y en esas edades, es cuando hay que poner límites, es cuando hay que acotar espacios, cuando hay que ejercer de padres y no de coleguillas.
Porque sabéis lo que ocurre sino hacéis bien vuestro trabajo?, que, con doce, trece, catorce, quince y más años estarán fuera de control y espero que no veáis lo que yo veo un día sí y otro también: agresiones, insultos, destrozos de mobiliario, autolesiones, consumo de drogas legales e ilegales…Todo, sufrimiento y dolor, por no prestar atención a los “pequeños detalles” cuando eran unos críos. En serio no pensáis que se OS HA IDO LA OLLA?.
Manuel Torres