El consumo de alcohol y otras drogas durante el periodo navideño aumenta considerablemente entre los adolescentes.

Las fiestas, comidas y todo tipo de reuniones son un caldo de cultivo inmejorable para que el cerebro relaje su función de alerta y se incremente el uso y abuso de bebidas alcohólicas.

Las intensas campañas de marketing, el ambiente festivo que se respira en esta época y, todo hay que decirlo, el aprobar en algunos casos por parte de los progenitores estas prácticas, desembocan en una inhibición total para su consumo.

No todas las familias piensan así. Los padres de los chavales que están bajo mi supervisión se muestran muy preocupados en Navidad, y motivo no les faltan. Pero es que incluso los progenitores de aquellos a los que he cursado el alta también muestran intranquilidad e inquietud ante la posibilidad de que sus hijos sufran una recaída.

La solución es muy compleja y enrevesada, dada la aceptación y la interiorización de que “el alcohol no es del todo perjudicial para la salud”. La salida a este laberíntico tema consiste, como casi siempre, en la prevención. Prevención en las escuelas mediante programas del tipo Preventure que se ha puesto en funcionamiento en Europa, Australia y Canadá y donde la profesora de psiquiatría Patricia Conrad apunta, entre otras cosas, algo que considero muy valioso, “el temperamento de un niño está relacionado con su riesgo de consumir drogas”. Programas intensivos y sistemáticos donde se facilite a los alumnos información y habilidades sociales para entrenarlos en la difícil tarea de decir que NO, A LAS DROGAS.

Las familias tienen también su cuota importante de responsabilidad. Una educación basada en una vida sana, alejada de hábitos de consumo nocivos, se antoja fundamental. Potenciar la práctica deportiva es esencial en etapas tempranas y tardías. No banalizar el consumo de alcohol y otro tipo de medidas encaminadas en esa dirección serían suficientes para alejar el consumo de la vida de nuestros hijos.

Nunca transmitáis a vuestros vástagos el mensaje erróneo y pernicioso sobre el consumo de alcohol que reza: “es que lo hacen todos”. Vuestra obligación es revertir esa opinión generalizada con argumentos convincentes. Si no lo hacéis, el dolor y desolación que sufriréis como familia será inmenso. Lo veo todos los días.